Junto con la actividad de los piratas que robaban por su propia cuenta por su afán de lucro, cabe mencionar los corsarios, un marino particular contratado que servía en naves privadas con patente de corso para atacar naves de un país enemigo.
El primer ataque pirata documentado ocurrió en 1415.
Los enemigos de España, corsarios y bucaneros primero, luego filibusteros, en su mayoría ingleses, eran, a los ojos de la corona española, no sólo "piratas ladrones sino también herejes".
Los barcos corsarios llevaban patentes reales; ésta era su diferencia con los piratas: viajaban bajo el auspicio y la protección del rey, atacando en principio únicamente a los barcos enemigos y pagando una parte a la corona. Tenían su capital en Francia, y se dice que Jean Fluery se apoderó de los tesoros de Moctezuma que cargaba una flotilla de Hernán Cortés. Los corsarios ya habían aparecido en las cercanías de América antes de cumplirse los 50 años de su descubrimiento por Colón.
Después de los corsarios franceses vinieron los ingleses, amparados también por la corona; Isabel de Inglaterra sostenía que los mares y los cielos son de todos.
Primero fueron los corsarios, piratas legales y auspiciados por la corona; luego fueron los bucaneros y filibusteros, hombres libres y en cierta forma, amantes del trópico, “que tenían de franceses solamente el nombre”. Bucán era el lugar donde los indígenas caribes asaban y preparaban (para su conservación) la carne de sus víctimas, en las parrillas llamadas barbacoas. Los bucaneros vivían en alguna de las islas del Caribe, primero en Santo Domingo y luego en las Antillas, comerciando carne del ganado .
Los españoles odiaban a los bucaneros; los echaron muy pronto de Santo Domingo. Entonces los bucaneros se hicieron filibusteros y atacaron durante mucho tiempo las costas y sobretodo los mares orientales americanos, donde no solamente volvían a España los gordos galeones cargados de “plata del Potosí, maderas del Ecuador, chocolate Azteca y oro Incaico” sino también aquellos que salían desde España, con todo lo necesario para la manutención de la nobleza imperial: era el robo y la guerrilla en los mares.
Los filibusteros tenían sus propias leyes y una amistad “marinera” entre ellos .Pero dichos piratas no siempre tenían barcos: a veces tenían que hacerse con uno español, que abordaban mientras estaba anclado en alguna isla, reabasteciéndose, o con barcos menores. Entre sus leyes, el capitán era siempre el dueño del barco Cada uno firmaba el contrato, el botín se repartía en partes iguales, incluso con el capitán (aunque a este le correspondía también el arriendo del barco). Se juraban lealtad y asistencia de dos en dos; si uno de ellos moría, el otro se quedaba con todas sus pertenencias...eran “los hermanos de la costa”. El capitán es casi uno más, no tiene privilegios salvo el mando. Quien infringe el contrato es dejado solo en una isla desierta.
La técnica más usada de piratería era la de la sorpresa; al avistar un barco español, se le acercaban y todos se echaban al piso (a lo mosquita muerta, como si fuera un barco apestado y en el cual sólo quedan algunos sobrevivientes), quedando a solas un marino y el capitán. A la señal abordaban, y eran terribles, rápidos y despiadados; no dudaban en matar a tiros o en arrojar al mar a los rebeldes. Quienes obedecían eran dejados vivos en alguna isla desierta. El atraque hasta la rendición no solía durar más de una hora. Después de los atraques llegaba la repartija, la prolongada fiesta, el alcohol y las mozas, ya en tierra firme. Cuando se agotaban los recursos volvían al mar, pero antes se depuraban dejando de juerguear en la propia isla, llamada de la Tortuga, abstemios, comían por varias semanas exclusivamente carne de tortuga, que decían ellos era depurativa y evacuaba los “malos humores”.
Pero las riquezas se agotan; finalizando el s. XVII se veían muchos menos galeones surcando el Atlántico, y los que navegaban ya no cargaban las riquezas de antaño. Los filibusteros no se iban a arriesgar por poca cosa, así es que se decidieron atacar las ciudades, fortificadas o no.
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¡Muy buena recomendación, la de esa página web! Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarEsa información lo sacaste del libro de Manuel Lucena Salmoral de su libro, Piratas, filibusteros y otros perros mendigos del mar. No es por ser mala onda ni trollearte pero siempre se debe dar crédito al autor por la información utilizada. Así que aguas!!
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